“A quien me honra, yo también honraré.”
'Chariots Of Fire' (Hugh Hudson, 1980) competía ese mismo año con otros tres pesos pesados y todas norteamericanas: 'Atlantic City' (con Burt Lancaster y Susan Sarandon); 'Indiana Jones y el Arca Perdida' (con Harrison Ford) y 'Reds' (de Warren Beatty y Jack Nicholson); al final Chariots ganó y no hubo muchas objeciones.
Producida por Dodi Fayed (quien llegara asi a ser luego casi suegro de la Princesa Diana), nos ubicamos en la Inglaterra de 1924 donde el equipo británico olímpico de atletismo cierra filas en las exigentes categorías de fondo en dos espectaculares corredores: Eric Lidell y Harold Abrahams, los dos protagonistas de esta historia. Eric es un ferviente y activista cristiano, corre porque piensa que es una extensión del don físico que Dios (cree) le ha otorgado, excelente orador y motivador, lo que le motiva es su fé ciega en sus creencias; en cambio Harold tiene otro origen, es un judío inglés reconvertido que carga con la pesada responsabilidad de autosostenerse, estudia en Cambridge y recibe la educación de un caballero, le apasiona correr pero a diferencia de Eric, lo hace para probarse así mismo.
Una película muy completa: la competitividad deportiva en primer plano y la re-creación de un país diferente al que conocemos, una región que ya olvidó la I Guerra Mundial y se esmera en formar caballeros, le confía a su juventud los destinos a todo nivel de su futuro y el deporte es una expresión de ello. Eric es un excelente creyente de su fé pero al manifestar sus dotes causa la preocupación de sus seres queridos (en especial de su hermana), Harold se muestra exigente con él mismo, desea correr a nivel profesional y contrata a un entrenador de alto nivel; mitad árabe y mitad judío (el recordado profesor Sam), lo que le trae problemas en Cambridge, pasan las dificultades y todo el equipo se traslada a París, la sede de los juegos, para vivir su destino.
No les diré más, salvo los aspectos técnicos: una dirección fluída pero un guión con metraje innecesario a momentos; fotografía acertada y una dirección de arte preciosa: nos creemos en 1924! los escenarios, los trajes, los datos, todo lo que es historia está bien puesto. La música vino con un toque muy moderno: Vangelis y la célebre canción ‘Chariots Of Fire’ se convirtió en un gran hit comercial ese mismo año y es un himno deportivo al mismo nivel que el ‘We are the champions’ de Queen o el ‘Rock and roll Part II’ de Gary Glitter; además que toda la banda sonora es similar; hay unos planos en cámara lenta que nos muestran el dolor en milisegundos de la amarga derrota así como la fugacidad de la sufrida victoria. Demasiado correcta, muy de caballeros, los británicos saldrían triunfando ese año de los Oscars: mejor película, mejor banda sonora, mejor guión original y mejor vestuario, ah! y candidata de la Palme d’Or en Cannes, por si acaso.
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