jueves, marzo 29, 2012

‘Drive’; desgarradora película urbana

 
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Pensé que podríamos irnos de aquí. Si quisieras. Podría ir contigo, podría cuidarte”.
 

La ciudad, la selva de cemento. El lugar donde millones de personas vivimos nuestras alegrías y tristezas. La ciudad, vibrante de día y tremenda de noche, alberga a muchos seres distintos, a muchas almas solitarias, a gente trastornada que vive de sus motivos, buenos o malos, egoístas ó desprendidos. Todo esto que les intento decir es la maravilla de una cultura, la cultura urbana y donde todo el tiempo se dan la mano las artes más mundanas: el teatro, la música, la pintura, la escultura, el cine…

Nunca podré cansarme de decir lo que significó para mí escuchar la música de Velvet Underground, con unas letras desgarradoras de drogas, delincuencia y psicodelia; música urbana sin paliativos. Creo que lo mismo se puede decir de ‘Drive’, que es una película urbana completa: con gente caminando por los senderos de la muerte, de la soledad, del crimen. En estos puntos y en esta ocasión además de vistos 12 años de esta década (y siglo), me aventuraré a decir que este film ha conseguido los propósitos que buscaba: retratar a gente peculiar (como millones de nosotros) en situaciones límite y sin salida, haciéndola la mejor película de su estilo en este naciente siglo XXI.

No sé que le habrá pasado en su mente a Ryan Gosling, cuando sintió en la conciencia que podría ser más que un actor y más que una simple estrella masculina de películas más o menos exitosas. Quiero suponer que pensaba en crear una carrera más allá de las líneas comerciales que los estudios imponen a sus empleados, quiero pensar que en cierto momento vió un guión en ‘Drive’ y no sólo le interesó, sino que pensó que podía hacerse música, poesía, acción, dolor, sufrimiento y redención. Quiero pensar que ‘Drive’ es eso, el legado de un hombre enamorado de su ciudad y a través de él nosotros homenajeamos a las calles, a los edificios, a los autos, al desorden, a la noche, a los problemas, a la subsistencia, en fin, a la vida.

 

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El conductor sin nombre

Cuentan las referencias, que los productores y el guionista empoderaron a Gosling para que defina el estilo visual y narrativo de la película. A cambio Ryan ofreció cobrar un sueldo moderado (no olvidemos que es Ryan Gosling, que si le da la gana se lanza de presidente y ganaría la elección) y para acometer con el mandato usó la historia del libro de James Sallis sobre un conductor anónimo con una doble vida: de día apoyando como doble de escenas de acción con autos; y de noche trabajando en encargos menos que legales. Ryan se reunió con el director Nicolas Winding Refn para la preparación y la preproducción; según dicen, las conversaciones eran tensas intentando definir el tono narrativo, la fotografía y la forma de presentación de las tomas en la película, hasta que una noche Gosling le invitó a dar una vuelta nocturna en auto por Los Angeles y presenciando la gran ciudad pusó la radio justamente en estaciones que tocaban canciones electropop de los 80s como Kavinsky, como Electric Youth. Le dijo a Nicolas que ése era el simbolismo de lo que deseaba mostrar en esta película. Dicho y hecho; el director trasladó esta historia tan sencilla, tan pulp, tan de los 80’s y tan de serie B en ‘Drive’.

Porque el personaje de Ryan no tiene nombre en el film, al parecer tampoco los demás personajes se han percatado o interesado en ese dato, es simplemente ‘el conductor’. Como ya dijimos, alguien con muchas ocupaciones, mentalmente ágil con los autos y con una personalidad introvertida capaz de contener millones de emociones en la seriedad de Gosling. La construcción de su personaje, un joven parco, serio, centrado, carente de emociones verbales, profundo en la mirada y determinado en las resoluciones; es una obra de arte de la actuación y que un actor tan popular como Ryan se haya cargado con esta interpretación en una película de bajo presupuesto y sin la maquinaria promocional de Hollywood, es simplemente, para aplaudir.

Casi sin ningún diálogo, el conductor arriesgará un trabajo que debía ser uno más de los tantos que realizaba, pero con la condición adicional de ayudar a la familia recién unida de la chica que le gusta. Aquí es donde entra en escena esa excelente actriz en la que se ha vuelto Carey Mulligan (cuya única mancha y lo digo de manera personal fué ‘Wall Street 2’) y ella interpreta a Irene, madre que ha criado a su pequeño Benicio y que finalmente se reúne con su esposo ex convicto llamado Standard. Pero al recién llegado las cosas no le van bien, es perseguido por el pasado, por la estructura de mafias que existen en todas partes del mundo. El conductor querrá apoyarle, para apoyarle indirectamente a ella y a su hijo. Todo sale mal, todo se estropea. Nuestro conductor deberá bajar a los infiernos y volverse un héroe o dejar que la única cosa a la que está apegado por amor y cariño le sea arrebatado.

 

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La próxima película de culto

Ahora que ‘Drive’ ha triunfado en todo el mundo cabe rescatar varios logros en el campo técnico. La acertada dirección de Winding Refn unido a un trabajo de sus técnicos logra imprimir un ritmo pausado y expectante a la película.  Los océanos de tranquilidad quedan bruscamente cortados por las escalofriantes, violentas y a la vez grandiosas secuencias de acción. Todo un ejemplo de altísima edición. Las actuaciones de los actores cumplen con los propósitos minimalistas que se buscaban desde el principio y si bien Mulligan no destaca en un papel tan plano, sí podemos esperar lo mejor de gente tan legítima en sus papeles como Albert Brooks ó Ron Pearlman., Los malos son siempre malos a pesar de la sociedad. El conductor sin nombre lo sabe; tiene bien aprendido la fábula del sapo y el alacrán. Misericordia cero.

Un sonido mezclado y diseñado al milímetro (injustamente su única nominación al Oscar), además de una música ocasional célebre, con grupos como Kavinsky y Chromatics, con un encargado de la banda sonora como Cliff Martínez que pone notas de suspenso capaz de congelar un desierto. Una fotografía fincheriana exprimida al límite, con un contraste de luces y sombras que además rodean a los colores más vivos en un mismo plano y que sorprende más que en producciones mucho más caras. Una edición que logra un doble milagro: alargar una historia aparentemente sencilla y volverla poderosa además de acortar un relato sólo a los hechos más importantes dando como resultado 100 minutos de cine urbano, de las mejores escenas de romance y acción en mucho tiempo (el beso del ascensor, es por no decir otra cosa, bellamente trágico) y de narración contenida.

Son todos estos aciertos realizados en la humildad de una producción lejana a los grandes estudios y con el riesgo asumido para todo lo que se desea mostrar; los que son capaces de conectar con un público cansado de ser insultado con cada película mediocre. El secreto de los orígenes de los personajes y el misterio de todo lo que rodea la figura del conductor hacen de esta propuesta algo memorable, una experiencia profunda y triste, una lección de heroísmo silencioso y de la (cuestionable) justicia por mano propia. Que lo haya logrado un muchacho llamado Ryan Gosling y todo un equipo trabajando en silencio sólo acreditará más su valor en el tiempo. Aquí está la próxima película de culto.

 

Opening de la canción: ‘Nightcall’ de Kavinsky

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