domingo, marzo 04, 2012

‘Hugo’; Scorsese envidia a Miyazaki

 
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Ahora mis amigos, me dirijo a ustedes como realmente son: hechiceros, sirenas, viajeros, aventureros y magos. Vengan y sueñen conmigo”.
- Georges Meliés.

 

Cuando se informaba que el siguiente trabajo de Martin Scorsese después de la fallida ‘Shutter Island’ iba a ser la adaptación de la novela ‘Hugo’ (distribuido por acá como ‘La Invención de Hugo Cabret’) muy pocos nos imaginábamos cómo este maestro afrontaría su primer largometraje en un género que no era su especialidad. Pero recordemos bien, aunque su filmografía tiene momentos oscuros y sublimes dentro del antiguo noir urbano (‘Taxi Driver’, ‘Raging bull’), en documentales de su otro gran amor que es la música (‘Shine a light’) y en el cine de género y autor en especial en cuanto a la temática del poder y el crimen (‘Godfellas’, ‘Casino’, ‘Los infiltrados’) y encargos de cine clásico demasiado exitosos (‘La edad de la inocencia’, ‘El aviador’). Estamos hablando de un mounstruo, un genio del cine de los últimos 40 años, Martin Scorsese, maestro de maestros.

Por eso no entiendo si pudo lograr estilo en ‘Hugo’.

Un niño y un humanoide

Hugo Cabret es un muchacho que desgraciadamente ha quedado huérfano de ambos padres y va con su tío a trabajar en la gran estación de ferrocarril de París. Estamos en 1931 y el chaval se ocupa, entre varias cosas, a dar cuerda a todos los relojes públicos de la estación, desde los más pequeños y poco notables hasta la gigantesca que gobierna la vista de una parte de la gran ciudad. Sabe todo sobre mecanismos y sabe mucho de la dureza de la vida, incluso llega a pensar en la ciudad y sus habitantes como piezas sofisticadas de un mecanismo más grande. Conoce a un viejo vendedor de chucherías dentro de la estación de nombre Georges y a su ahijada Isabelle, (una Chloe Moretz menos aprovechada de lo normal). Comienza a trabajar para él, para así completar de arreglar un humanoide con el que trabajaba con su padre. Poco sabrá de que todos estos pedazos de su corta vida están conectadas por una extraña magia de la nueva sociedad que pasa por sus ojos: la magia del cine.

Pues sí, es otra película dedicada a homenajear a los primeros años del cine, hay numerosas referencias tanto históricas como reales y de ficción a clásicos del cine (demasiado clásicos diría yo) pero dentro de un contexto histórico traído al siglo XXI gracias al uso de la actual tecnología, de esta manera podemos ser privilegiados espectadores de una dirección artística, una fotografía y un vestuario bellísimos, no hay cómo discutir esta maravilla técnica que nos ofrece ‘Hugo’, aunque para ello se haya tenido que gastar casi 170 millones de $ en presupuesto.

 

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Sobre el elenco actoral tampoco hay grandes fisuras, este muchacho Asa Butterfield cumple raspando mientras Chloe, el gran Ben Kingsley y Christopher Lee ponen profesionalidad y credenciales. Menos afortunados están Jude Law y Sacha Baron Cohen (imagínense, jeje), cuyos personajes tenían más posibilidades en esta historia, uno como el padre de Hugo y quien le da las mejores instrucciones para que viva una vida y el otro por colocar la comedia dentro de esta propuesta que iba a dirigida a drama y que gracias a toques como su personaje puede virar a rumbos de cine familiar; pero reitero que no salen muy aprovechados. Con todo esto ‘Hugo’ justifica la gran maravilla técnica que es, justifica la preciosa nostalgia que quiere representar, es hacer cine actual homenajeando a épocas anteriormente gloriosas del cine y de la sociedad contemporánea, se entiende casi todo del éxito que tuvo entre críticos, pero la audiencia no se entusiasma mucho con ella, porqué?

 

El maestro japonés y las estructuras que se notan en ‘Hugo’

No conozco si alguna vez Martin Scorsese tuvo algún encuentro con Hayao Miyazaki pero me imagino que ha debido ver alguna de las películas de esta otra leyenda viviente que es el sensei japonés. Pero se nos ha informado otra cosa. Que ‘Hugo’ está basada como adaptación de la novela de Brian Selznick y el guión de John Logan (’Gladiador’, ‘El aviador’). Comparemos con la labor del director japonés. Sabemos que a Hayao Miyazaki le gusta adaptar varias novelas y relatos fantásticos especialmente europeos (‘El castillo ambulante’) tanto para él como para Ghibli. Entonces porqué habría de sorprender esta aparente similitud? La mayoría de los trabajos de Miyazaki cuentan con niños como protagonistas, escenarios bellamente visualizados y presentados, movimientos, un conflicto con alguna otra generación anterior, adultos y gente senil en problemas y unas historias secundarias interesantes que siempre giran como extensión a la propia película, éste es lo que hemos conocido como el gran estilo Miyazaki: ternura, drama, belleza estética y fantasía dentro de la realidad.

 

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Con ‘Hugo’ se nota a todas luces que Martin Scorsese quería hacer una obra como Miyazaki pero con actores de carne y hueso, con los mismos ingredientes: niños en aventuras, adultos en conflicto con el pasado, secundarios cómicos (como el oficial de Baron Cohen) y una dirección artística de alto nivel. Hay envidia, casi puedo asegurarlo, pero Scorsese es también humano y las lagunas y falencias de la película se notan de forma pronunciada: la ausencia de un villano y lo previsible del guión al final son lastres que no le suceden a Miyazaki pero que sí ocurrieron en ‘Hugo’. Claro que no son géneros que se puedan comparar, tanto la animación como los films normales suponen esfuerzos diferentes y separados, pero es que el presupuesto destinado me hace pensar que con un mejor guión y un Scorsese más genuino y menos mecánico se hubiese tenido una mejor película.

Iba de aventura, quiso ser misterio y drama, terminó siendo homenaje. Hayao Miyazaki mete aventura, misterio, drama, homenaje y sensibilidad y uno (maravillado) no sabe cómo lo hizo, Martin tampoco.

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